Ser relevante en un mundo congestionado

El mundo se transforma a una velocidad vertiginosa que amenaza con transformar la manera en la que vivimos y evolucionamos. ¿Alguien se imagina que el imperio romano hubiese realizado en una década todo aquello que hizo en casi 1500 años? ¿Es posible pensar que una guitarra se fabrique en lo que se tarda en tomar un café? ¿O que se puede viajar a la Luna como el que viaja al trabajo cada mañana? Las cosas que antes se tomaban su tiempo hoy necesitan mucho menos buscando más una notoriedad e inmediatez que la calidad del resultado.

En un mundo hiperacelerado, en el que quien se detiene un instante corre el riesgo de quedarse atrás, la sobreinformación a través del ámbito digital se ha convertido en una enfermedad que avanza sin demora ni cura a la vista. Sobreinformación que encontró en el digital a su mejor aliado y que hoy tiene su cabeza visible en las redes sociales y en algunos medios de comunicación para los que el clic rápido (clickbait) es más importante que la información o el mensaje. Sobreinformación que, en muchos de estos casos, da lugar a una grave desinformación.

En un contexto en el que todo es efímero, lo importante es generar contenido. Mucho. Sin descanso. Contenido elaborado según en los requisitos del algoritmo de Google o de Instagram en lugar de seguir los libros de estilo periodístico. Contenido con escasa capacidad de análisis y reflexión. Pues no olvidemos que lo importante es generar mucho contenido. Nadie dijo que este tuviese que guiarse por el rigor, la exactitud y la honestidad.

Y entre toda esta congestión de información en la red, las organizaciones luchan por ser relevantes para la sociedad a través de estrategias de comunicación que les permita llegar a sus públicos. Compleja tarea para quienes priorizan la cantidad a la calidad y la inmediatez a la reflexión.

Quienes nos dedicamos a la consultoría de comunicación, sobre todo a la corporativa, en ocasiones nos encontramos con clientes cuyo objetivo es aparecer rápido y reiteradas veces en los medios de comunicación, pues consideran que eso les reportará resultados de manera inmediata. En estos casos, suele ser denominador común no prestar atención a aspectos tales como el mensaje, el canal o el destinatario, lo que suele ser el anticipo de un final trágico. Es obvio que cualquier empresa quieren vender hoy más que ayer, pero también lo es que lo querrá hacer de manera sostenida mañana. Por ello, la planificación, la constancia y la persistencia son cualidades imprescindibles.

Hoy más que nunca, desarrollar una estrategia de comunicación eficaz y con sentido es una carrera de fondo en la que, a pesar de generar cierta notoriedad desde el primer momento, sus resultados más sólidos y consistentes se perciben en el medio y largo plazo. Comunicar no es simplemente informar de algo. Comunicar es entrar en las mentes con nuestros mensajes y tratar de permanecer ahí.

En el contexto de saturación y efimeridad al que aludíamos antes, solo aquella comunicación planificada de manera sensata, inteligente e innovadora será percibida con interés y dejará poso en la sociedad, que es el objetivo que realmente buscan las organizaciones que pretenden ser relevantes. Aquí es donde entra la importancia de definir con detalle qué, cuándo y cómo comunicar. Esta terna será la que defina el éxito de nuestra estrategia para ser relevantes en un mundo saturado informativamente.

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