La actual pandemia ha disparado el tráfico en la red ya que la gente busca satisfacer necesidades, o sencillamente distraerse, para poder sobrellevar el confinamiento. La socialización destaca entre ellas, siendo las redes sociales la herramienta más utilizada. La cuestión es que las redes sociales han evolucionado más allá de su objetivo primario, convirtiéndose en fuentes de entretenimiento y, lo más importante, de información para mucha gente.
Como muchos sabrán, no paran de surgir noticias sobre las “fake news”, bulos y otros tipos de desinformación. Su distribución es el resultado de varios factores como el desconocimiento de la gente a la hora de reconocer la veracidad de la información y la reticencia de las grandes compañías tecnológicas por limitar el flujo de información, ya sea por defender la libertad de expresión o por simple avidez.
Sin embargo, existe otro factor que ahora está saliendo la luz. A veces ciertas partes interesadas buscan dar un empujón a este flujo de desinformación. Hoy por hoy, existe un mercado de individuos u organizaciones interesadas en vender servicios de este tipo. Uno de esos servicios es el de la creación de cuentas falsas para luego llenar otra cuenta de seguidores con comentarios positivos o negativos. El objetivo último es reforzar o debilitar el mensaje de esa página. Es una táctica que cada vez se está haciendo más común. Después de todo, ¿qué es más fácil? ¿Trabajar para conseguir seguidores o comprarlos?
Al principio, detectar estas cuentas era muy fácil. Sin embargo, es también una táctica que se está volviendo cada vez más difícil de combatir ya que muchas de las cuentas falsas están ganando en sofisticación y cantidad gracias al uso de programas derivados de la inteligencia artificial. Por no decir que son, por norma general, muy difíciles de rastrear.
Uno de los casos más sonados fue el de las elecciones de Estados Unidos de 2016, donde grupos de cibercriminales avalados por el gobierno ruso utilizaron esta táctica para reforzar opiniones divisorias y, si las investigaciones son ciertas, incluso pudieron ser decisivas en las elecciones.
Aquí en España han salido varias noticias que han revelado el uso de esta técnica (de forma un tanto desastrosa ya que se podía ver claramente que eran cuentas falsas) que elogiaban al gobierno. Aún no se ha descubierto su autoría y seguramente se tarde mucho en descubrirlo, si es que se consigue. En cualquier caso, lo principal es tener en cuenta que este tipo de herramientas va a ver incrementado su uso y no podemos depender exclusivamente de las instituciones públicas y entidades privadas para que hagan algo al respecto.
Ya hemos empezado a ver las consecuencias negativas a nivel global. La gente se radicaliza cada vez más al pensar que hay más personas que comparten su opinión de las que realmente existen, se vuelve paranoica y la asunción de veracidad en los medios (salvo aquellos que reafirman las propias convicciones) se va perdiendo.
La mejor manera de hacer frente a esta ola de falsedad es con la educación, tanto de forma institucional como de forma privada. Hay que fomentar el pensamiento crítico y un escepticismo sano que nos permita saber identificar la manipulación de la información.