Pocos anuncios son recordados. Y si lo son es porque marcaron una época de nuestra vida, porque somos expertos en la materia y juega un papel esencial el principal interés o porque tenemos una edad. Antes los anuncios eran tan pegadizos como sus melodías, duraban meses en pantalla e incluso apostábamos por la pole televisiva tras las campanadas. Aquella tradición de adivinar cuál ocuparía la pantalla los primeros minutos del año parece propio de otro siglo. Antes todo hacía más ilusión. Parece.
En tiempo de zapping constante en el que la oferta nos atosiga, de inmediatez, de proliferación y abundancia de contenidos no podemos permitirnos ser uno más, ni conformarnos con pertenecer al boom, ni pasar de largo para no quedarnos. Pero ¿Cómo ser brillantes, exclusivos y únicos? ¿Cómo dar con “La Idea”? Podríamos recurrir a cualquier estudio de marketing y de comportamiento de consumidor para cumplir con todos los tips para crear una buena campaña. Pero lo cierto es que lo más importante no está en los manuales. Hay un elemento que capta por completo la atención, despierta todos los sentidos y desata las emociones. El arte.
El arte no pasa de moda, el arte es capaz de adaptarse, de evolucionar y permanecer. Es el instrumento más potente de la comunicación humana. Un medio de transporte que lleva al consumidor a explorar nuevos lugares y sentimientos. Para llegar a la mente quizá bastaría con interpelar a uno de los cinco sentidos, pero buscamos llegar a lo intangible. El mundo está saturado de estímulos audiovisuales, y es necesario dar una vuelta de tuerca.
A cuántos nos ha pasado que asistimos a un concierto y no hace falta nada más que unos simples acordes para removernos por dentro, sin florituras, sin rebuscadas estrategias de marketing, sin trampa ni cartón. Un solo instrumento genera unas sinergias que convierten por completo el espacio y el tiempo, por alguna razón nos generan un sentimiento difícil de igualar y, lo más importante, de olvidar.
La música evoca recuerdos, produce un irrefrenable sentimiento de pertenencia, emociona y despierta empatía. Poderes propios de cualquier disciplina artística que solo las mejores estrategias publicitarias consiguen empatar. No hay campaña conocida sin compañía de una cuidada estética o una buena sincronización musical que despierte en el espectador mucho más que la intención de compra.
Si pensamos en el anuncio que más nos ha marcado seguro que encontramos algo de arte y algo de humanidad, conceptos indisociables que convierten cualquier campaña en una historia para recordar. Y ese es nuestro objetivo, llegar para quedarnos.