Tus datos, el nuevo petroleo

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10 interacciones. Diez datos. Incluso alguno más, que ha recopilado Facebook sobre nuestro comportamiento. Datos ya disponibles para anunciantes y agencias. Acciones todas habituales que hacemos la mayoría de nosotros cada día. En Facebook, en Twitter, en Instagram… Y en otros sitios que recopilan datos: Google, Amazon, Idealista. Y muchos más.

Un estudio conjunto de Stanford y Cambridge (ahí es nada), establece que con 100 likes Facebook nos conoce mejor que nuestra pareja. Eso son, ¿diez días? Pongamos que a un usuario medio Facebook (22 millones de usuarios mensuales activos en España) tarda un mes en conocerle mejor que su pareja. Un mes. Es inquietante. Y plantea una serie de cuestiones, a muchos niveles.

El primer nivel es, sin duda, la seguridad y privacidad de esos datos. Y el límite que Facebook no debe traspasar, y la confianza en que no lo haga. Hace unos meses la Agencia Española de Protección de Datos imponía a Facebook una sanción por dos delitos graves y uno muy grave. La multa ascendía a más de un millón de euros, la más grande impuesta por la AEPD. Para la agencia, quedó probado que Facebook ha recopilado y almacenado datos especialmente protegidos sobre ideologíasexo, creencias religiosas, gustos personales o navegación directamente, sin informar claramente al usuario sobre el uso y finalidad que le va a dar a los mismos. Y va más allá, pues la red social ha sido sancionada también por recopilar datos con fines publicitarios incluso de usuarios no registrados. Es preocupante y, aquí sí, las autoridades han de vigilar muy de cerca el posible mal uso de los datos, pues a nadie sorprenden ya los titulares que alertan sobre brechas de seguridad en esta red social.

El segundo nivel es el uso que de la información podemos hacer. Brexit, Trump y la injerencia rusa, Cataluña, Brasil. A nivel mundial son múltiples los ejemplos del uso de Facebook para influir en el voto de la gente. Y su eficacia. Pero quienes se llevan las manos a la cabeza alarmados no deberían hacerlo. Pues son en muchos casos periodistas que trabajan para medios que desde su mismo nacimiento se dedican a influir en la esfera pública, y especialmente en la política. Lo que les sorprende es la altísima eficacia y el bajo coste de hacerlo a través de Facebook.

No es George Orwell, es Henry Ford. El cambio no es el fondo, sino la forma, el método. Siempre ha habido gente intentando manipular a su audiencia. Desde las plazas de las polis griegas donde predicaban los sofistas, e incluso antes. Sólo cambian los métodos, y su alcance y eficacia.

Debemos ver a Facebook como lo que es: una herramienta. Una herramienta que dependiendo de las manos que la utilicen puede ser muy buena o muy mala. Lo mismo para Netflix, Amazon, Google, y tantos otros que viven sobre todo de los datos de sus usuarios. No por manido el dicho de que “si algo es gratis, el producto eres tú” deja de ser cierto.

Un viaje en metro desde el prisma de la comunicación puede ser increíble. Decenas, cientos, miles de personas en andenes, escaleras y vagones interaccionando en su móvil. Clic, clic, clic. Datos, datos, datos. Ergo: clin, clin, clin (máquinas registradoras haciendo dinero). Facebook, agencias, anunciantes. ¿Somos conscientes? ¿Somos conscientes del dinero que regalamos, de la información (poder y dinero) que cedemos alegremente? ¿Y del peligro que entraña?

El mismo estudio de Stanford y Cambridge afirma que Facebook con tan sólo diez ‘likes’ es capaz de determinar la personalidad de una forma mucho más cercana y acertada que las reflexiones hechas por sus personas allegadas. 10 likes. Un viaje en metro de dos paradas, y Facebook te conoce mejor que tu compañero de piso, que la persona que se sienta al lado en tu trabajo.

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