Si hubiésemos lanzado esta pregunta al aire el pasado 27 de marzo en el Palau Sant Jordi, 5.000 personas hubiesen gritado al unísono: ¡Dónde solíamos gritar! Y este grito, que sentíamos tan lejano, nos erizaría la piel a más de uno.
Lo que nos parecía un sueño hace un par de meses, se ha convertido ya en realidad. Hace exactamente dos meses que en España percibimos nuestra idea de realidad un poquito más cerca.
Una prueba piloto, un grupo de música, 5.000 personas, 5.000 PCRS, 5.000 mascarillas FPP2 y las ganas de un sector dañado por conseguir sobrevivir, han marcado un paso de gigante en la recuperación cultural.
Los buenos resultados de la prueba aportaron esperanza en una programación que se encontraba en el aire. Gracias a ello, este verano contamos con una amplia oferta de conciertos y aunque lo de estar sentados siga sin convencer mucho, no es excusa para dejar de disfrutar, créeme, te lo dice alguien que se tragó un concierto de Ortiga pegada a la silla y que en dos semanas va a escuchar Puro Veneno de Nathy Peluso en directo y piensa gozarlo de principio a fin.
Poco a poco, las cosas van volviendo a coger forma, sin ir más lejos, este fin de semana se celebró el festival de Eurovisión, uno de los eventos más importantes y de mayor envergadura a nivel mundial. En el pudimos ver a la gente disfrutando, sin mascarilla y “olvidando” por un momento esa pandemia que nos arrebató tanto, excepto las ganas de trabajar por el motor de unión de la sociedad: la cultura.